martes, 27 de junio de 2017

Legend

Desde luego, la década de los 80 creo que es la que más me ha marcado en el cine. Obviamente, uno crece, evoluciona, abre su mente, y no se centra sólo en un género, o en una determinada época, pero desde luego al igual que en la lectura o cualquier otro tipo de inquietud, hay un momento, en el que en tu cabecita hace click, y te enamoras de ese arte. Eso es lo que me pasó a mí en los 80 con el cine, soñé, rei, lloré... Y esta es una de las películas que lo consiguió.

Reconozco que me daba un poco miedo volverla a ver después de tanto tiempo, porque no es de aquellas que haya visto mil veces, y no sabía cómo habría sido de duro el tiempo con ella, pero lo cierto es que la ha tratado bien. Para quien no la haya visto, os cuento.

Nos encontramos en un reino de cuento, un castillo, rodeado de bosques encantadores, llenos de seres mágicos, al que la princesa Lilih (Mia Sara, que la pobre no sé dónde habrá acabado), acude siempre que puede a visitar a su gran amigo y futuro amor Jack (un jovencísimo Tom Cruise), un muchacho asalvajado que vive en el bosque, y que la tiene encandilada enseñándole toda la magia que le rodea, como por ejemplo, el lenguaje de los animales. Todo es inocencia y candor, purpurina y colores pastel, peeeero, el diablo encarnado (interpretado por Tim Curry) no puede soportar un mundo tan fantástico y por supuesto, quiere sumir a la tierra en la oscuridad y el frío, consiguiendo que la joven Lilih les lleve hasta los seres más mágicos, los unicornios; si les quitan sus cuernos, todo habrá acabado.


Es una película que me dejaba absorta de pequeña, conseguía todo aquello que pretendía; causar al comienzo que quisieras ser ella, que Jack estuviera enamorado de ti, que todo fuera perfecto... y cuando todo se tuerce, que tuvieras el más terrible de los miedos y se te encogiera el corazón a ver al Diablo (dicho esto, no creo que debieran verla niños muy pequeños, jejeje). Toda esa amalgama de sentimientos la consigue el mismísimo Ridley Scott a través de sus escenarios, muy bien hechos, en los que ya se aprecia su gusto por la oscuridad, por lo tétrico, por mostrar que todo no es blanco o negro, y el alma humana. Y como no, a través de una buena música realizada por Jerry Goldsmith. Da un ambiente, en el que pasas de unas sensaciones a otras, y que aún de adulto sigue manteniendo casi en su totalidad. 

Tenéis que volver a verla, no os arrepentiréis (o sí, jejeje), pero si es así, espero que nos lo contéis por aquí.

1986: Oscar: Nominada a Mejor maquillaje
1985: BAFTA: Nominada a Mejor vestuario, efectos visuales y maquillaje
 
 

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